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Mentiras piadosas

miércoles, mayo 20th, 2009

e1-1-san-francisco-2.jpgPara ampliar la foto haced clic en ella. (Foto propiedad de la autora. Sin permisode reproducción a otros).

Poema de Mario Benedetti. Montevideo, 2008

Vaya uno a imaginar en dónde y cuándo / el tiempo se hará polvo en la espesura / mientras tanto avanzamos y avanzamos / con las manos atadas inexorablemnte / en un sueño más o menos terroso / si a fin llega el clásico amanecer / con sus destellos de otras temporadas / y ya sin dudas ni estupores / sabemos que las manos están libres / y los dedos se atreven con la gimnasia sueca / no está mal admitir que palpitamos / y meternos la muerte en el bolsillo / después de todo / si / después de todo / es la mentira más estimulante / que nos decimos sin proferir hurras / y la felicidad tal vez consista en eso / en creer que creemos lo increíble.

¿Podría despedir mejor a Mario Benedetti que con su propio poema? Mientras el escribía ya se estaba despidiendo de su «yo» y de los nuestros. ¡Que suerte tiene ese nuevo lugar que ha de habitar! Nosotros nos quedamos sin su voz y su presencia; pero su obra será por siempre inmortal y, ésa, ya es nuestra.  

Y llega la madrugada… eterna

jueves, mayo 14th, 2009

d1-almudena-1.jpgPara ampliar la foto haced clic en ella. (Foto propiedad de la autora. Sin permiso de reproducción a otros).

Según los entendidos, Antonio Vega, el cantante pop más grande de los últimos tiempos, se ha pasado la mayor parte de su vida jugando con lobos. ¿Estaba predestinado a morir joven? ¿Le importaba un pico estar sano y ser consciente de cuanto se cocía a su alrededor? ¿Por qué genera ese malditismo la noche, la música, las drogas y el rock and roll?

 

Dicen los que se sirven de ellas (de las drogas) que se ven luceros en las mañanas y las corcheas y semicorcheas se anudan las unas a las otras conquistando el mundo de los versos. En ellos anidan los miedos, la locura y ese antiguo deseo de tocar el cielo con las yemas de los dedos, mientras una canción se mete en las entrañas hasta el tuétano.

 

¿Se escribe desde las vísceras cuándo las sustancias las están regando? Qué duele: ¿perder al poeta o al cantante, al amigo o al hermano; o temer por el propio destino?

 

Antonio ya no podrá escribir los versos más tristes esta noche. Ni tampoco los más encendidos. Sin haberse dado cuenta, o ¿era consciente?, ha dejado una orfandad galopante con hambre de su voz y presencia. Buen viaje, Antonio; no dejes de cantar a los ángeles caídos.    

Séraphine

martes, mayo 12th, 2009

copia-de-e1-2-manhattan-2.jpg (Para ampliar la foto haced clic en ella. (Foto propiedad de la autora. Sin permiso de reproducción a otros).

A veces los prejuicios no nos permiten ver nada más. Tan enfebrecidos cruzamos por este lado de la acera que nada que no seamos nosotros mismos, nos importa. A lo sumo conseguimos parar, si se me apura, escasos minutos por algún tropiezo, o imagen velada que se nos cruza; después volvemos a ensimismarnos en el propio ombligo. De ese modo cometemos no sólo errores, sino injusticias o daños irreparables. Tanto es así que, incluso, tenemos a bien humillar consciente o inconscientemente, para el caso es lo mismo porque de cualquiera de las maneras, haremos daño.

Séraphine es una película tristemente hermosa. El adjetivo que me gustaría no tener que añadir, está presente porque el personaje es real y su historia, también lo es. Limpiadora en casas de postín, con escaso dinero para mantenerse, vive en un cuchitril de apenas seis metros cuadrados y, entre sus rezos constantes y cantos religiosos, su particular relación con monjas, curas e iglesias, vive atada por una obsesión y modo de expresión: la pintura.

Séraphine -interpretada por Yolande Moreau, una actriz inmersa con todo el alma en un papel difícil y grandioso- apenas malcome pero gasta sus pocas monedas en útiles para pintar. Y así pasa las noches sin dormir entonando liturgias y creando con un particular estilo, pequeñas obras de arte que, por esos juegos del destino caen en manos de un alemán, marchante de arte. Si bien le compra las obras y pretende seguir haciéndolo, ha de marcharse de Francia por la puerta de atrás y con noctunidad al estallar la Primera Guerra Mundial.

Cuando regresa de nuevo a Francia se tropieza con más y mejores cuadros de la mujer. El reencuentro que podría haber sido el de la estabilidad supone un vía crucis directo a la locura, a pesar de que sus pinturas continúan siendo espectaculares, su producción grandiosa y las ventas extraordinarias.

La fragilidad humana, a pesar de nosotros mismos o precisamente por nosotros mismos arrastra por recovecos de los que muchos no pueden salir; y en ese laberinto se interna Séraphine hasta que la sociedad de ese siglo se las apaña, legalmente, para apartarla de su vista.

La película de Martin Provost no sólo muestra sino que empuja al espectador a adentrarse por vericuetos a los que nos prohibimos llegar por miedo, por vergüenza o por no saber, ni ver. La historia es de una profunda reflexión, e incluso si nos atrevemos a reconocerlo, la punta del iceberg que todos llevamos dentro: esa línea tan infinitamente fina y frágil que separa lo que llamamos cordura, del terror a la locura. ¿Acaso creemos que estamos exentos de cruzarla?

Primeras damas

martes, mayo 12th, 2009

d15-4-pto-de-la-cruz-3.jpg Para ampliar la foto haced clic en ella. (Foto propiedad de la autora. Sin permiso de reproducción a otros).

El revuelo que la fotografía publicada en el diario El País, en la que aparecían la princesa Leticia y Carla Bruni subiendo las escaleras al unísono, mostrando sus esbeltas figuras envueltas en trajes ceñidos, marcando la línea de sus oficiales culos, más tacón de aguja la primera y algo más bajo la segunda, para no sacar cabeza y media a Sarkozy (problema que se evita Leticia al tener una torre por marido), ha sido de una magnitud incontestable. Y si no que se lo digan a la Defensora del lector del diario citado.

A mí la fotografía me pareció extraordinaria, bien vista por su autor al tomarla desde el costado y así resaltar, con total intencionalidad, los perfiles de ambas a los que añade  ritmo sincronizado para traspasar, finalmente, lo visual al envolverlo en su particular ballet. Un hurra por el fotógrafo.

Sin embargo, son muchas las personas que han opinado que esta foto resulta la salsa rosa   de la política, además de ver la utilización sexista de la misma. Critican, pues, al periódico por haberla expuesto en la portada. Creo que, en ocasiones, pecamos de melindrosos compulsivos. Si bien, es bueno que la opinión y la polémica se desencadene para constatar que sin desatinos es bueno opinar gracias a la democracia conquistada.

En estos momentos, lo más seguro es que estas dos mujeres no piensen en envejecer sino en continuar con sus figuras más o menos perfectas y en la línea de lo que se lleva, además de gustar por donde quiera que van. Pero con el paso de los años, las puede suceder como a las de la foto aquí publicada: senos caídos, espaldas encorvadas, rodillas con prótesis, dedos artríticos tanto de las manos como de los pies, vientres fláccidos y todo aquello que no se ve. Pero ahí las tienen, con su pamelita, como gemelas, contemplándose alguna nueva deformación o hablando de la dolencia aparecida, pero en top less y con las ganas intactas de mostrarse.

¿Se han preguntado si nuestras primeras damas están contentas por aparecer en primera plana? A lo mejor estamos criticando al periódico y censurando el hecho y ellas, sin haber llegado todavía al estado de la foto de más arriba y, por tanto, hacer de la juventud y atractivo sus banderas, están encantadas de ser la apertura gráfica de El País. Entonces, ¿dónde está el problema?

Juegos

martes, marzo 31st, 2009

e16-3-jaisalmer-0.jpg  Para ampliar la foto haced clic en ella. (Foto propiedad de la autora. Sin permiso de reproducción a otros).

En las pulcras calles de Jaisalmer, en el Rajasthan de India, el colorido se asoma a calles y ventanas. La elegancia de la pobreza no puede ser más llamativa y espectacular. Acostumbrados como están a convivir con los millones de almas que nos paseamos por allí para aprehender algo de lo que enseñan, tienen y guardan; de la diferente cultura que poco o nada tiene que ver con nuestra occidentalidad y accidentalidad de la vida, no les llama la atención nuestra persecución. Ni siquiera perciben nuestra llegada o la obvian.

Los niños continúan a su aire con los juegos con los que se jugaba en nuestra  posguerra. De ahí el ritmo de ese instante. Mientras el choto trata de lamer las piedras, limpias como la pátena, porque los cartones que mastica habitualmente han desaparecido -quizá otra vaca más lista y rápida los engulló-, el niño pequeño juega con un aro endeble al que trata de mantener en pie a pesar del suelo desigual y retador.

El mayor, en equilibrio inestable, parece querer bajar los escalones o tratar de subirlos. Sus piernecillas como hilo de cáñamo ¿tendrán la firmeza suficiente para certificar que se salvará de una caída?

Hace veinte años que capturé esta fotografía. Es posible que el choto haya crecido y todavía deambule por las calles en busca de un cartón que rumiar. Los niños se habrán hecho hombres y, quizá, sus piernas sean más firmes y les hayan ayudado a emigrar a otra ciudad de India o del extranjero. También es probable que sus cuerpos y sus mentes hayan madurado con cierto toque endurecido. ¿Se habrán casado? ¿Seguirán vivos? ¿Jugarán sus hijos con otro tipo de aros o serán los ordenadores los que llenen los instantes de su presente y futuro? ¡Son unos genios!  

En el séptimo cielo

lunes, marzo 30th, 2009

escanear00041.jpg Para ampliar la foto haced clic en ella. (Foto propiedad de la autora. Sin permiso de reproducción a otros).

Andreas Dressen el director de En el séptimo cielo, se ha atrevido con un tema -el sexo entre las personas mayores de 60 años- bastante intocable en el mundo cinematográfico. No estoy segura de si esto ocurre porque este tipo de cine no vende (nadie quiere ver a los viejos haciendo el amor con deseo y disfrutando de lo lindo como si tuvieran 18 años) o porque es más rentable y estético el mundo joven: pieles tersas, gestos atléticos, movimientos sensuales… 

Bien es verdad que los protagonistas de esta película: Ursula Werner, entrada en carnes, mirada vidriosa pero atrayente, no es el prototipo de la infinidad de barbis que están en el mercado, pero es tan real y tan creible que cuando le traspasa el deseo por un hombre de 75 años, que nada tiene que ver con su marido, se pone el mundo por montera y decide gozar cuanto ya tenía olvidado. ¡Y claro que lo logra! No es difícil porque el amante es todo vida y está dispuesto a merendársela junto a ella el tiempo que le quede.

Transgresora, tierna y amarga al mismo tiempo, porque no es fácil salir indemne o no hacer daño cuando no se es totalmente libre.

Aunque miremos, púdicos, hacia otro lado cuando observamos alguna carantoña entre los mayores, el sexo existe y persiste en todas las edades. Es más, comentan, que mucho mejor que cuando eran chavales.

¿Acaso hay que sacrificar esas campanillas que tocan a rebato cuando estás con el amante por no herir a un marido con el que ya no vibras?

Buena pregunta para la polémica. ¿Alguien quiere poner el cascabel al gato? Os advierto que araña.

El pluriempleo de sus señorías

lunes, marzo 30th, 2009

escanear0005.jpg Para ampliar la foto haced clic en ella. (Foto propiedad de la autora. Sin permiso de reproducción por otros).

¡Menuda conciencia social tiene nuestra clase política! Esa dedicación laboral a dos o tres bandas me parece un insulto a la inteligencia de los votantes y de los trabajadores en paro. Pero claro, a puerta cerrada, con el secretismo de alcoba y sacristía, el presidente del Parlamento y los diputados, se lo comen, se lo guisan y lo consagran.

Tenía entendido -¡si seré tonta!- que la cosa publica -claro que llamándola cosa, ¿qué podía esperar?- era dedicación exclusiva y con las guardias que las leyes demandaran; como bien sabemos no es sólo tirarse los trastos a la cabeza y poner las pertinentes zancadillas a cara de perro sino legislar para mejorar la vida de los ciudadanos y gobernar con manos de seda (aunque se utilice, también, mucha pezuña) un país, que no hace mucho, latía al son de la dictadura franquista.

También pensaba que hacer política era mirar por los otros y no por uno mismo. Resulta que estoy herrada con hache, porque cuanto sucede en el Parlamento del pueblo, es como la coz de un pura sangre.

Al parecer sus señorías no tienen bastante con sus sueldos de diputados, más los pluses por estar destinados a alguna que otra comisión y como, por si fuera poco, a través de esta lanzadera han conocido y conocen a relumbrones de la banca, de los despachos de abogados con pedigrí, de consejos de administración de lo que sea, pues han decidido dedicar todas las horas que se ausentan del hemiciclo a sus otras labores.

A ver, que me lo expliquen: ¿por qué se permite a sus señorías esta doble o triple vida laboral cuando hay tantos ciudadanos -algunos mucho mejor preparados que ellos- sin trabajo? Y sin esos matrimonios de hecho y cohecho que bendice la política.

«Son los contactos estúpida», dirían emulando a Clinton cuando en un cara a cara se lo soltó a Bush en masculino, sólo que en ese caso refiriéndose a la economía. Para llorar, ¿qué no?

La soledad no es esto

viernes, marzo 27th, 2009

e22-2-pekin-0.jpg Para ampliar la foto haced clic en ella. (Foto propiedad de la autora. Sin permiso de reproducción a otros).

La plaza de Tian’anmen, en Pekin, es de una anchuridad que corta la respiración. Es cierto que el trasiego de los turistas, tanto del propio país como los de otros lugares, colman con creces sus rincones -bien alejados los unos de los otros- regalando escenas insólitas que, por ellas mismas, ya son una novela.

Es julio de 1995; y este niño -con pantaloncito abierto por el culete, para hacer pis o pos si le vienen las ganas- no está solo aunque eso pueda parecer. No tiene nada que ver con ese guardia que no se mueve del sitio aunque caigan chuzos de punta, porque en ese metro cuadrado, de los otros cientos o más que abarca la plaza, es en el que le corresponde estar. Tampoco con el hombre que parece enfrentarse al guardia, pero que simplemente está tratando de eludirlo por la derecha.

Entonces ¿con quién está el niño? No lo sé, aunque es probable que su familia estuviera detrás de mí emulando mi gesto. Incluso yo podría estar en la foto que sacaban al niño y de la que no sé nada ni, lo más seguro, sabré nunca.

En estos lugares, donde el turismo es de masas, puede pasar que todos nos fotografiemos a todos y cuando, una vez en casa, veamos las imágenes para recordar y constatar que estuvimos allí, nos demos de bruces con muchas pequeñas historias, plenas de intérpretes de su propia vida, de las que nada conocemos, ni conoceremos.

A veces las fotografías son como un calidoscopio empeñado en crear nuevas imágenes a medida que se gira el tubo. Como la vida misma.

Miradas

viernes, marzo 27th, 2009

e12-2-trinidad-0.jpgPara ampliar la foto haced clic en ella. (Foto propiedad de la autora. Sin permiso de reproducción a otros).

En Trinidad (Cuba), 1992, ella celebra su primera comunión y, radiante, con su traje blanco inmaculado de organdí, sale a a la puerta para ser admirada. ¡Y cómo la admiran!

Allí está él, sentado en el escalón, medio con la boca abierta, mordiéndose un dedo y relamiéndose por el sólo placer de contemplarla. Ha tenido la suerte -¿o la ha buscado?- de estar allí en el instante preciso, en el momento oportuno cuando la niña, que ha dejado atrás a sus compañeros de ceremonia con los pasteles a medio comer o a medio empezar, sonríe a alguien que no ve pero a quien busca con el rabillo del ojo.

¿Vale preguntarse -diecisisete años después- si era para el chaval su mirada? O, ¿esa picaresca y complaciente sonrisa era exclusivamente para ella misma? 

The reader versus la culpa

viernes, marzo 27th, 2009

e1-2-nueva-york-2.jpg Para ampliar la foto haced clic en ella. (Foto propiedad de la autora. Sin permiso de reproducción a otros).

No es fácil deshacerse de los recuerdos; menos aún si estos están vinculados al despertar a la vida adulta e ir acompañados por y de una experimentada maestra de la sensualidad. Eso es lo que le ocurre a un adolescente de 15 años en su encuentro con una mujer que le dobla la edad.

La atracción que les arrebata se transforma en un secreto encuentro día tras día, en casa de la mujer, y mezcla el placer del cuerpo con el del alma;  el joven Michael, lector impenitente, intercala la lectura de grandes obras de la literatura con la pasión y el aprendizaje sexual, cargado de erotismo y ternura. Pero Hanna desaparece un día sin dejarle ni una nota.

Los caminos tienen muchas revueltas, así como subidas y bajadas y en una de ellas, cuando ya es un estudiante de Derecho, asiste como observador a un juicio donde se juzga a colaboradores de los nazis. Si las casualidades existen, allí esperaba una. Su antigua amante, Hanna, es una de las acusadas.

Ella se carga con la condena más alta al admitir lo que hizo. Sin embargo sólo con que Michael hubiera contado su secreto, la pena hubiera sido más corta, al igual que la de las otras mujeres.

Ese peso, esa agonía diaria, ese miedo a reconocer publicamente una relación que estaría muy mal vista por la sociedad, nos envía un mensaje directo a la conciencia. ¿En esa situación habríamos actuado nosotros de otra forma? ¿Podríamos seguir viviendo como si no hubiera pasado nada en nuestras vidas de lo que arrepentirnos? O ¿arrastraremos para siempre la culpa de no haber ayudado desvelando su secreto por miedo a ser juzgados como colaboracionistas?

Stephen Daldry, que también dirigió la impresionante película Las horas, ha conseguido una obra -cuando menos conmovedora- de la adaptación de la novela de Bernhard Schlink, publicada en la editorial Phoenix (Orion); y, cuando más, la desmembración de nuestros conservadores cimientos.

La interpretación de Kate Winslet es estremecedora. Crea un personaje distante y cercano al que es imposible no entender y perdonar y con el que emocionarse.