El escritor sueco Henning Mankell no deja de sorprenderme y, por supuesto, de atraparme. Tiene ese don. Hace de sus novelas un paseo desasosegante por su propio país y el de otros y te mete el miedo en el cuerpo cuando, sin apenas darte cuenta estás dentro de la piel de, en este caso, la protagonista. ¿Es este desasosiego inventado? El mío no. Me lo crea el escritor -por obra y gracia- tirando de ficción mezclada con la realidad brutal que, probablemente, ande por ahí escondida esperando asomar cuando más sosegados estemos.
Mankell se ventila los tempos de la historia con morosa parsimonia, a pesar del castrado respiro, cuando considera que así lo merece la trama. Consigue poner los pelos de punta en más de un momento e intenta apearnos de esos vuelos donde se intuye, en los otros pasajeros, un asesino con antigüedad y solvencia. En el regreso de Louise Cantor desde Grecia a Estocolmo, se encuentra a su único hijo muerto en circunstancias que, aunque los forenses reconocen como normales, ella no aceptará. Y ahí empieza un largo periplo enloquecido y aterrador. Sin respiro saltará de Australia a España, Suecia y Mozambique, haciendo preguntas, buscando respuestas y cada vez más desvastada su psique. Nunca hubiera querido descubrir aquello a lo que no le queda más remedio que enfrentarse. Lo hará aterrorizada, dislocada de pena y sin creer los dobles escondites de su hijo y el desconocimiento que ha tenido de su vida, su tiempo, su interés, sus amores… En una de sus idas y venidas tropieza con un lugar apartado y dejado de la mano del interés por curar, pero no de aquella otra -la industria farmaceútica- que sólo quiere investigar en los desechos humanos no, precisamente, para mitigar su dolor.
Louise, localiza a su ex marido en un rincón donde se ha aislado para todo el mundo. Y al conocer la muerte de Henrik decide irse con Louise y hallar los porqués del suicidio, como afirma la policía. Ambos inician ese viaje que tendrá nuevas sorpresas e incomprensiones, a la par que irán descubriendo quién era Henrik y qué poco le conocían. Conclusión: todos llevamos a rastras lo mucho que escondemos junto a lo poquito que mostramos.
¿Qué tiene que ver en todo esto el cerebro de Kennedy? -Os preguntáreis-. Leer el libro y hallareis la respuesta. ¿Acaso preferís saber de antemano lo que se os avecina?
La obra de Mankell me interesa no sólo cuando el protagonista es el policía Walander, si no también cuando se remonta a siglos atrás y cuenta otra historia paralela a la que desarrolla en el momento actual; así me lleva a la carrera -la que yo me marco- hasta la conjunción de ambos caminos.
Así son El chino y Zapatos italianos, aunque poco o casi nada tengan que ver entre sí (intimista esta última, sin abandonar cierta intriga sobre las vidas que dibuja, pero más encarrilada a lo que hicieron en el pasado. Tampoco da de lado la soledad sea o no elegida y en constante duda de lo hecho y de aquello que pretendemos hacer, si las fuerzas lo permiten). Joyas, todas, para la reflexión, pues los temas son de una actualidad que raspan. Por cierto su ingente producción está publicada en Tusquets Editores.