Y llega la madrugada… eterna

d1-almudena-1.jpgPara ampliar la foto haced clic en ella. (Foto propiedad de la autora. Sin permiso de reproducción a otros).

Según los entendidos, Antonio Vega, el cantante pop más grande de los últimos tiempos, se ha pasado la mayor parte de su vida jugando con lobos. ¿Estaba predestinado a morir joven? ¿Le importaba un pico estar sano y ser consciente de cuanto se cocía a su alrededor? ¿Por qué genera ese malditismo la noche, la música, las drogas y el rock and roll?

 

Dicen los que se sirven de ellas (de las drogas) que se ven luceros en las mañanas y las corcheas y semicorcheas se anudan las unas a las otras conquistando el mundo de los versos. En ellos anidan los miedos, la locura y ese antiguo deseo de tocar el cielo con las yemas de los dedos, mientras una canción se mete en las entrañas hasta el tuétano.

 

¿Se escribe desde las vísceras cuándo las sustancias las están regando? Qué duele: ¿perder al poeta o al cantante, al amigo o al hermano; o temer por el propio destino?

 

Antonio ya no podrá escribir los versos más tristes esta noche. Ni tampoco los más encendidos. Sin haberse dado cuenta, o ¿era consciente?, ha dejado una orfandad galopante con hambre de su voz y presencia. Buen viaje, Antonio; no dejes de cantar a los ángeles caídos.    

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